jueves, 18 de febrero de 2010


Triste… triste y sólo. El silencio que le rodeaba hacía que todo pareciera aún mas vacío. En la oscuridad sentía el frío que dejaron los abrazos que se fueron evaporando a lo largo del tiempo, y tenía la sensación de estar a años luz de ella. El caparazón pesaba cada día más y el cansancio, la impotencia y ese muro que había ido formando a su alrededor le volvían loco por momentos. Necesitaba alejarse cuanto fuera necesario para igualar la distancia física con la que sentía en realidad del resto del universo que le rodeaba. Necesitaba saber quién había al otro lado del muro, quién escuchaba el silencio que le envolvía. No quería preguntas, ni promesas, ni siquiera palabras de consuelo, no esperaba nada y sin embargo necesitaba saber que no todo estaba perdido, que siempre quedaba algo que diera sentido al resto de las cosas sin sentido. Era consciente de lo que suponía estar encerrado un tiempo indefinido en el que el resto de las vidas continuaban sus propios caminos, sentía que estaba echando a perder lo que necesitaba y sin embargo estaba paralizado, sintiéndose incapaz de mantener nada consigo, ya no podía ofrecer nada de sí. No podía dar nada porque lo había perdido todo, él mismo estaba perdido, no sabía hacia dónde dirigirse, le dolía recordar cómo había ido a parar a ese lugar, ya no tenía claro lo que quería, ni quién era, ni quien quería ser. El reloj podía romperlo y acabar con el sonido de sus agujas, pero el tiempo se le escapaba de las manos y él seguía sin encontrar la salida, se estaba volviendo loco. Solo esperaba tener el valor y la fuerza para desatar el nudo de su garganta…antes de que fuera tarde. Antes de perderla para siempre.


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