lunes, 18 de enero de 2010


Había una infinidad de razones que me cuestionaba cada minuto de mi vida que aparecían cada vez que me venía a la cabeza los meses que me esperaban. Me ahogaba pensando en ello. Y cada noche llegaba a la misma conclusión. La misma causa por la que luchaba en mi interior incansable, y hasta el último aliento, era la causa que amaba con todas mis fuerzas. Con todas y cada de las fibras de mi ser. A medida que pasaba lo alto y ancho del tiempo, crecía en mi garganta el impulso casi irrefrenable de darme la vuelta y salir corriendo a decir lo que realmente quería decir.

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